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sábado, 21 de septiembre de 2019

Australia sufre pero cumple.

Sobrevoló durante un buen rato por sobre el domo de Sapporo ese tufillo a batacazo. Y a juzgar lo hecho por Fiji en los primeros cuarenta minutos, por qué no. Los isleños se adueñaron de la pelota, placaron con fiereza y aprovecharon los balones que tuvieron. Así se fueron al descanso con dos puntos de diferencia (14-12). Pero claro, había que seguir jugando.

Un ensayo de Yato y las patadas de Volavola adelantaron a los suyos (8-0). Las carreras de Hooper y de Hodge aportaron suspense y despertaron esos viejos fantasmas que suelen rodear a los equipos del Pacífico: la abulia, la desconcentración, los errores no forzados y algunos otros más. Los Wallabies no perdonaron.



Porque, ya en al principio de la segunda parte, los de Cheika quisieron poner las cosas en orden y recibieron un auténtico toque de atención. Intercepción de Nayacalevu y ensayo bajo palos: 21-15. ¿Partido liquidado? Ni mucho menos. Los australianos quemaron las naves y hasta cambiaron de pateador para sacar partido a la multitud de golpes a favor.

Touche, maul, melé, las armas que utilizaron para darle vuelta e ir a por todas. Doblete de Latu, Botia con amarilla y los de Cheika se pusieron por delante por cuatro puntos y por primera vez en el reñido partido, disputado, difícil, complicado y plagado de nervios y presiones para unos Wallabies que tenían que demostrar su estado de forma.

Y se acabó lo que se daba. Australia cumplió. A duras penas. Con más amor propio que ideas, se llevó puesto a un entusiasta rival que nuevamente sucumbió por su inocencia, su falta de convencimiento y un destino marcado: vaya paradoja, Kerevi y Koroibete, nacidos en Fiji, fueron artífices de la victoria con sus ensayos.

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